Este año me escribió
una chica preguntándome si tenía el libro Juul. Le dije que
no, pero que podía conseguirlo, y así lo hice. Ella, que además
participa activamente en la Biblioteca Popular Cachilo, quería
trabajarlo para la Secretaría de Derechos Humanos de la
Municipalidad de Rosario durante una pasantía, y me intrigó.
Cuando recibí los
ejemplares, lo primero que hice fue leerlo. Se lo hice leer a otros,
y el efecto fue el mismo. Como en un proceso catártico, los
sentimientos personales se exaltan, entran en ebullición: la
angustia lo domina todo. Es impresionante el poder arrasador que
tiene este texto de sintaxis sencilla, y de vocabulario
aparentemente simple. Y digo aparentemente simple, porque se leen
palabras comunes, de todos los días, pero cargadas con un nivel de
violencia temible. Al ubicar en igualdad de condiciones “mierda”
y “canica”, por analogía, y por la carga significativamente
hiriente que tiene cualquier tipo de discriminación, la canica se
convierte en arma que lastima profundamente, que mutila. Y la
violencia arrasa con todo.
Juul, el personaje de la
narración, es discriminado por su aspecto físico, y va arrancándose
página a página las partes de su cuerpo, que son motivo de burla.
La mutilación, como reflejo del daño psicológico que padece, da
lugar a la reflexión. Las ilustraciones, con fotografías de un
personaje de madera que va desapareciendo de a poco, esquiva por
completo cualquier lectura sensacionalista que se intente hacer.
Lejos está este libro de plantear una lectura tan simplista.
Se propone una lectura
rica, porque la reflexión está en cada lector, y lo mejor, es que
además de ser absolutamente accesible para chicos que recién
aprenden a leer, la problemática no subestima el poder de
comprensión de los más pequeños, reduciéndose, como de costumbre,
a una simple moraleja. No, aquí no se trata de corresponder
desenlaces negativos para aspectos negativos. La lógica es
otra. Está en cada pequeño gran lector develarla, y a través de su
propio trabajo de interpretación, su subjetividad quedará para
siempre atravesada por la lectura realizada.
Aimé Peira
Chicho y Babel